sábado, 7 de diciembre de 2013

El riesgo del diálogo extemporáneo - Irma Montes Patiño

Artículo de opinión sobre el enfoque, uso y fin de las mesas de diálogo que se dan en los conflictos sociales. Escrito el 2012.

Hasta el cansancio se ha escrito, discutido y analizado, sin logros ni mejorías, el tema de los conflictos sociales. La pregunta es cómo se solucionará algo que ya escaló en etapa de crisis, con enfrentamientos, posiciones antagónicas intransigentes. No parece que se esté pensando que quizá se ha asumido una estrategia errada para lograr el manejo constructivo de los conflictos. Vemos que la mayoría de métodos se ha enfocado –de manera inicialmente lógica pero ineficaz– en buscar el diálogo como solución. El diálogo es indiscutiblemente una vía democrática acertada y sobre todo pacífica para manejar con legitimidad los conflictos sociales y representa asimismo una vía válida, siempre y cuando esté bien enfocado y, fundamentalmente, insertado en la fase adecuada del conflicto. Por ello es crucial saber identificar en qué medida y momento combinar la opción del diálogo con otros métodos de resolución de conflictos.


En el caso de los actuales conflictos socioambientales –como Cajamarca y Espinar– el “diálogo” se está confundiendo con la etapa de negociación, que es lo que terminarán haciendo los tres ministros delegados. Los mecanismos de diálogo y negociación son diferentes y deben usarse en fases distintas del proceso. Además, se espera ver resultados inmediatos cuando el proceso de gestión del conflicto es dinámico y paulatino debiendo adaptarse a las distintas fases y condiciones del mismo. Las llamadas mesas de diálogo –que deben convocarse como mecanismo preventivo, no negociador del conflicto– están siendo mal aprovechadas, ya que se están convirtiendo en espacios de ideologización de causas y contrabando de agendas personales. Esto en vez de hacerlos un punto de encuentro para la distensión e intercambio racional de ideas, posiciones y perspectivas, en donde se aborden los temas de manera flexible, con estrategias enfocadas en procesos o estructuras y utilizando medidas no coercitivas y facilitando una actitud participativa de todos los actores.

Erradamente, en los actuales conflictos, los actores están confundiendo sus posiciones, atribuciones y representatividad. Por un lado, las empresas –aplicando convenientemente el dicho “Por la boca muere el pez”– permanecen en cura de silencio y el Estado aparece mal representado por ministros parlanchines que hablan como si fuesen voceros de las empresas. Y por el otro lado vemos que las comunidades mal informadas procuran protección amparándose en líderes oportunistas y (demasiadas) ONG ponzoñosas que son justamente las que desinforman, azuzan, generan temores infundados y son disociadoras. A tan solo diez meses de iniciado el gobierno del presidente Ollanta Humala, los enemigos del orden y la paz interna ya conocen la receta ideal para el caos social y la inestabilidad de las inversiones. Lamentablemente, la principal amenaza del Perú está siendo enfrentada con mecanismos inadecuados y enfoques desacertados e ineficaces. Lo que se requiere es manejar todo el problema desde un sistema nacional de prevención de conflictos en el marco de una eficiente política de Estado y no seguir solamente tratando de apagar incendios.


Se puede acceder a una copia digital del artículo aquí:



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Saludos,
Irma Montes Patiño

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