Artículo de opinión sobre las condiciones de vida de animales en cautiverio y la normatividad al respecto.
La perturbadora situación de los delfines Yaku y Wayra –‘agua’ y ‘aire’ en quechua– es un vivo ejemplo de la ineficiente normativa de nuestro país cuando se trata de legislar sobre los derechos de los animales. La pareja de delfines vive en cruel cautiverio desde 1997 y hace casi cuatro años fue trasladada del hotel Los Delfines a una poza en La Herradura, Chorrillos. Fueron traídos al Perú a fines de los noventa con un permiso “especial”, importados de México, pero capturados ilegalmente en Cuba, país donde se promueve este tipo de lucrativa actividad y donde las palabras ‘encierro’ y ‘cautiverio’ simbolizan restricción de libertad no solo para el hombre sino hasta para inocentes animales.
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Publicado LUNES 17 DE MARZO DEL 2014
http://elcomercio.pe/opinion/columnistas/yaku-y-wayra-irma-montes-patino-noticia-1716337
La perturbadora situación de los delfines Yaku y Wayra –‘agua’ y ‘aire’ en quechua– es un vivo ejemplo de la ineficiente normativa de nuestro país cuando se trata de legislar sobre los derechos de los animales. La pareja de delfines vive en cruel cautiverio desde 1997 y hace casi cuatro años fue trasladada del hotel Los Delfines a una poza en La Herradura, Chorrillos. Fueron traídos al Perú a fines de los noventa con un permiso “especial”, importados de México, pero capturados ilegalmente en Cuba, país donde se promueve este tipo de lucrativa actividad y donde las palabras ‘encierro’ y ‘cautiverio’ simbolizan restricción de libertad no solo para el hombre sino hasta para inocentes animales.
El tráfico de vida silvestre es uno de los grandes desafíos globales y
el tercer crimen organizado mundial después de las drogas y armas.
Según The Humane Society International,
“métodos utilizados para capturar animales para el comercio ilegal
pueden ser terriblemente crueles”. Tan cruel como el trato dado a Yaku y
Wayra, que fueron el incomprensible atractivo del hotel Los Delfines de
San Isidro y generaron constantes protestas de los defensores de los
animales nacionales e internacionales. Poco a poco creció la
sensibilidad sobre las especies en cautiverio y estos dos simpáticos
mamíferos marinos terminaron en el eufemísticamente llamado Delfinario
de La Herradura (una poza hoy sin acceso al público ni prensa).
En 1996 el entonces Ministerio de Pesquería
les facilitó a los hermanos Levy, dueños del hotel –y además luego
responsables de la vergonzosa quiebra del banco Nuevo Mundo– traer estos
animales con la Resolución Ministerial 588-96-PE, que establecía
curiosamente a la especie ‘Tursiops truncatus’ como “único cetáceo que
puede ser mantenido en cautiverio en el país”. Así, los señores Levy
tendrían a sus dos ‘Tursiops truncatus’ exhibiéndose en su hotel.
En el Perú mucha normativa tiene nombre propio y esa parece haber
sido una de ellas. Otras normas se contraponen, son inaplicables,
ineficientes o de difícil fiscalización. Se supone, por ejemplo, que el
Decreto Supremo 002-96-PE requiere la autorización del Ministerio de
Pesquería (hoy bajo Produce) para permitir el cautiverio “con fines de
investigación, recreación y difusión cultural” de mamíferos marinos. Hoy
Produce le lanza la papa caliente de evaluación de condiciones del
cautiverio al recientemente operativo Servicio Nacional Forestal y de
Fauna Silvestre (Serfor), según Ley 29673.
Son además demasiadas las instituciones con funciones y competencias en el asunto de los inocentes Yaku y Wayra: Municipio de Chorrillos,
Minam, Imarpe (bajo Produce), Minsa y el propio Congreso, que sin
reglamentar la Ley 27265 (Ley de Protección a los Animales Domésticos y a
los Animales Silvestres Mantenidos en Cautiverio) no cumple con hacer
efectivas las intenciones de esta ley promulgada ya a fines del gobierno
de Fujimori, que declaró entonces de “interés nacional la protección a
todas las especies de animales domésticos y de animales silvestres
mantenidos en cautiverio, contra todo acto de crueldad causado o
permitido por el hombre, directa e indirectamente, que les ocasione
sufrimiento innecesario, lesión o muerte”.
Se sabe que Wayra mató a una de sus crías y que otras dos no
sobrevivieron. Quizá por intuir que, paradójicamente, a ellas les
faltaría justamente eso para sobrevivir: el “agua” y el “aire” en
libertad. Es momento de legislar con la mano en el corazón y no en los
bolsillos, señores congresistas.
Irma Montes Patiño
Irma Montes Patiño
Publicado LUNES 17 DE MARZO DEL 2014
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